mayo 06, 2004

Le remarco en un gráfico cómo todos pueden apreciar lo descentrado que estoy pero ella no logra concentrarse y me propone una partida de ping pong. Yo soy un poco china, no te parece”, me sugiere y le respondo no sé”, parece a cierta luz, pero tendríamos que hacer algo con tu bello púbico”.
Esto me recuerda a aquella chica homicida que conocí en los años 30, la cual se maquillaba religiosamente antes de salir a matar. Era casi un ritual energético. Yo me sentaba silencioso con un wiskie importado, aceitaba las armas y ella se encerraba en el baño, a delinearse los ojos como si fuera lo más excitante del mundo. Y lo era, si no recuerdo mal. Cada vez se me pasaba por la cabeza quitarle la blusa y cojerla ahí mismo, usando el silbato distorsionado, en pleno éxtasis adrenalínico. Pero nunca lo hice. Creo que por sobre todo priorizaba nuestros asesinatos, pensando que era necesario guardar esa santa energía para más tarde, cuando nuestros asuntos realmente lo requirieran. Jamás se me cruzó por la mente la teoría del Dr. Bilardo, quien permitía a sus pupilos tener relaciones sexuales la noche anterior a un juego importante, argumentando que eso los distendía y fortalecía sus confianzas. Ah, pero a la mierda con Bilardo... él era impotente después de todo.-