abril 26, 2004

Qué es de mi vida, se preguntarán (?). Bueno, he caído en un abrupto, nada más. Tuve que escupir, además, para completar el asunto. Una cosa es segura: voy a tener que resignarme a la idea de la imprecisión. Una y otra vez lo intento, pero nada ha mejorado, y la salud se me escapa como aceite entre los dedos de la mano. Rememorando días fúnebres se me hizo agua la boca y comprendí que mi percepción se ha inflamado hasta el punto de verme sometido a ella irremisiblemente. Se ha convertido en un enemigo astracto y manipulador, capaz de dictar maniobras contra mi voluntad, haciéndome un perro de caza en reiteradas ocasiones. Entonces estrecho tu mano con gesto adusto y te pateo los huevos, de repente comienzo a cacarear del brazo de mi novia en el teatro, el auto se me ha averiado y cómo has llegado y he llegado muy bien, de la puta madre, el viaje ha sido un placer, la próxima vez deberías venir conmigo y todo esto no me causa más que complicaciones que me tienen sin cuidado claro está, mis machetes autoflageladores apuntan en otra direccion, la de siempre, mucho más obvia y elemental.
Y vuelvo ha encerrarme en esta oficina demencial ya que nadie me ha castigado en mucho tiempo, ni siquiera indirectamente. Veo todo desde el ventanal vacío de sentido, y espero a que mi cabeza no dé para más. Los compases se amontonan, que todo es tan difuso y parcial, todo tan bello e inalcansable desde la asfixia.