marzo 15, 2004

No puedo detenerme para dormir. Apenas reparo en mi horizontalidad, en el mutismo de mi compañía, la extraña percusión de lo que me resta por hacer comienza su obra total. La mórbida conciencia invade por doquier, un ejercito armado hasta los dientes y padezco el resonante galope de sus corceles sobre mi estómago hasta que digo basta, es suficiente. Me levanto, arrojo las sábanas en un acto de indignación algo apostado y decido purgar mi alma colérica con estas letras obtusas, nada efectivas, siempre redundantes. Mi horizonte es una idea abortada, escenas superpuestas sin razón absoluta, un calidoscopio de oferta robado en el cine de la cortada. La máxima de todo es posible aúlla en la noche cerrada mientras escarbo desesperado en busca de pavor.