mayo 31, 2004

En cuestiones alucinantes mi prepotencia cae del margen. En un pozo angosto puedo permitirme una segunda opinión, únicamente de pie. Las miasmas sazonadas de croatas son todas, a mí, muy pocas. Y detrás indios enrolados, verdaderos indios con motitas aplastadas contra el cráneo oscuro, angulencia producida sin otras noticias probablemente por la fuerza centrífuga de la revolución. Una lluvia de lanzas deprava el cielo azul a salvo de nubes, nada entonces para amortiguar y protegerse del festín plateado y enumerar oportunidades malhabidas. Porque no es fácil poner una cama patas arriba. No es sencilla la cámara de gas mostaza, ni el cepillado, ni la alacena mohosa de jamón. Las miasmas sazonadas de huecos. En cuestiones alucinantes mi desfachatez muerde el polvo. Vengo a comenzar otra vez con el culto al frenesí, desarmándome dentro de un corsé de cuero negro, con los ojos vidriosos y la culpa reverberando como cianuro ardiente en mi garganta. Y los indios recién afeitados ahora en círculo, observándolo todo en mute. Se acercan, se acercan, se acercan, en mute, se acerca, reverbera la culpa en mi garganta, slow, slow, slow, glup, slow, glup, glup, snow?
Me quedo helado.