marzo 09, 2004

Un gris sol de opaca transición decae. Caen fetos verdes desde las copas de los árboles, de un gran término provenimos todos nosotros.
Caín bebe del arroyo sintiendo una especie de bendición divina, proverbial, y luego se empaña el cabello de la transparencia del agua. Un torrente de información vertiginosa fluye en su cabeza, pero de momento el agua ha quitado del medio toda preocupación. Lo que resta, entonces, es sólo vergüenza. Y está bien, piensa, por qué no?
Dejemos esto de lado y concentrémonos en la nada. En este amalgamado e inherente zumbido que condiciona mi acto. Estoy solo y comienzan a escucharse los rugidos de los colectivos, la ciudad se despierta una vez más y trato de superar mi desastre patológico. “Cíclico, Mr. Fritsz, cíclico. Una vez más, pero está bien. Puedo soportarlo”. “Qué te parece una pequeña fiesta esta noche”. “Creo que podría soportarlo también. Necesito alguien con quien conversar”.