El viento helado al mediodía, mientras las casas de las nonas huelen a churrasco o a puchero. Y mientras no se me ocurre el modo de evitar la baldosa que sobresale en la vereda que me lleva al bar donde ella estará ausente. La necesidad de sentir su pasear o su nerviosa papelería incidental. Toda una tarde, sin contar la próxima semana, sin saber de ella. Pensándola sin recibir sus retos, sin poder solucionar alguna cosa.
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