junio 20, 2003

Todos estudian medicina y por supuesto, se creen fundamentales en el engranaje de esta civilidad progresista. El ambiente no es el ideal pero se parece mucho a ello, y noto que es la cuarta o quinta vez que esta chica pasa a mi lado en el término de cinco minutos. Miguel, bizarramente sobrio, está diciendo: "Se mudó una pendeja al edificio. Debe tener la misma edad que nosotros. El otro día eran las nueve de la mañana y no había llegado; era un sábado o un viernes, no me acuerdo."
Y entonces, entra al bar un pibe que lleva gorrito negro y saluda a todo el mundo a nuestro alrededor de una manera espantosa, a los gritos y cosas así, se le cae la baba y parece contento. "¿Ese no es Fede Corradi?", pregunto, aunque sé muy bien que es él.
Nos quedamos un rato observando la escena desde un sólo ojo, como no queriendo entender, simulando nada. Hasta que Miguel insiste:
"Bueno, volvió tipo nueve nueve y media creo. Entonces cuando llega, la vieja empieza a putearla mal, un quilombo de la puta madre, viven en el mismo piso que yo, no se podía dormir. Estubo como media hora gritando la vieja, está hecha bosta. Que si esas eran horas de llegar, que quién se creía que era, todo eso. La pendeja no decía nada, creo. Estaba ahí parada. Hace poco que se mudaron. No sé, estubo gritando ahí como media hora. Eran como las diez de la mañana."
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, quinientos sesenta y cinco minutos de silencio indestructible, hasta que Nacho pregunta lo fundamental, lo que todos queremos saber:
"¿Y está buena la mina?"