junio 09, 2003

Nadie viene tan rápido. Además, este tiempo es letárgico, y los otros tiempos deportistas, profesionales y doctores lo envidian profundamente y hablan de él durante sus infrecuentes ratos libres, concertados en cafés burgueses. Teorizan murmurando y planean abandonar sus familias, sus oficinas, sus coches y celulares para echarse en la sombra fresca de un ombú, arrancar un puñado de pasto y disponerse de esa forma a ser letárgicos. Pero no saben que el letargo es posesivo, y no una actitud que se adquiere tan sólo mediante un fervoroso deseo y una gran disposición. Los de afuera envidian, y cómo nunca serán realmente letargos –al menos por sus propios medios-, siempre envidiarán. Los letárgicos son concientes de que esa envidia, casi todo el tiempo, es algo saludable.
El letargo duradero forma su núcleo en la nuca del poseso, y con el paso del tiempo la concentración aumenta y se hace sentir más fuerte. Es un proceso fisiológico espantoso que, además, es insensible a pomadas y medicamentos. Es una bosta y no tiene remedio.