En el interior del cuarto, una pintura de Alfredo Minini, una lámpara de pie adquirida en alguna pequeña tienda de antigüedades y una cama de plaza y media. Corcho recostado sobre ella, balanceando los pies sobresalidos, silvando un tango de los hermanos Cochas que pinga que te pingha. Una cartulina se filtra por la ventana y viene a lastimarme un ojo, en lo que yo denominaría un acto de mala leche, de parte de la cartulina, claro. Por cierto, que era azul la muy cojonuda.
enero 23, 2003
En el interior del cuarto, una pintura de Alfredo Minini, una lámpara de pie adquirida en alguna pequeña tienda de antigüedades y una cama de plaza y media. Corcho recostado sobre ella, balanceando los pies sobresalidos, silvando un tango de los hermanos Cochas que pinga que te pingha. Una cartulina se filtra por la ventana y viene a lastimarme un ojo, en lo que yo denominaría un acto de mala leche, de parte de la cartulina, claro. Por cierto, que era azul la muy cojonuda.
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