Son las tres de la mañana, en casa hay seis amigos. Creo que ven alguna película y ocasionalmente ríen porque todavía les sale hacerlo naturalmente. Toman de mi vino y beben como cerdos famélicos del congo. Probablemente guarden una buena impresión de esta noche. Yo puedo sonreír, pero no de veras. Extraño a un montón de gente que no necesito realmente y pretendo ser paciente a la hora de la siesta. Lo que necesito es más de mí mismo (cantidad y calidad). Y parar con el cigarrillo.
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