Corre con furia, extasiada. Su corazón bombea trescientos veintiséis veces por minuto. La transpiración que cae de su frente le impide ver con claridad. Está aturdida por el calor y por una mala forma de respirar, pero incrementa las fuerzas. Aumenta la velocidad y sale disparada. Siente los músculos tensos y una ráfaga helada recorre su columna a velocidad luz. Tiene la determinación permanente de continuar corriendo intensamente. Pasa el mercado, pasa la parada de taxis, pasa la ferretería, pasa el bar, pasa la casa de Diego, pasa por la columna en donde Doris hace el amor, pasa por la garita en donde estoy escondido, armado de un bate de béisbol, dispuesto a destrozarle la cara.
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