prefiguro la dicha inminente a través de la sal que se diluye en mi garganta de a pocitos. tán solo (tán confiado a mí), inexpresivo (casi fantasmal), agitando los brazos en un intento vano de apartar mórbidas caricias.
un camino bifurcado tantas veces es una nube inflexiva. a la izquierda, yo, a la derecha, lo mismo. para dónde queda la fantasía?

A alta velocidad montado en mi Jaguar descapotable, camino hacia Malibú. Camisa hawaiana desprendida, un cigarrito cubano sin encender sobre mis labios, la contundencia de la libertad impensada comienza a amplificar la circunferencia de un mundo esbozado de imprevisto. Tengo todo por delante y todo va quedando atrás.

El niño de cobre lo sabe. El domingo es un trámite.

La atmósfera abrumadora de las cañerías rotas, con el sillón ese que pierde musgo, con las chicas de veinte pesos tiradas ahí, rotas, vencidas hace rato. A la hora de la tarde se sirve la cerveza, mientras todos dormimos sobre nuestros frágiles universos. La espuma cae desde lo alto, un disco olvidado empuña no sé qué mierda, todo se hunde indeterminadamente, vaya a saber qué cosa, probablemente nos hacemos mierda, cada cual con su herida acrílica, y todos estamos a favor.

We´re tray to dance

Estoy conforme con mi rendimiento actual, aunque podría decir lo contrario. Todo se reduce a esperar el momento con calma. La noche crece en paz, todo el espesor del abrupto puede caer y envolverme en cualquier minuto. Grasa gelatinosa, opaca, la manta sofocante y opresiva del error.