Durante tres días, sesenta, sesenta horas, el viento del verano estuvo constante oscilando dentro de un corto ángulo, fue y volvió de un acento y de una dirección a una pequeña variante de acento y dirección y la puerta de mi habitación retenida en su batir entre el quicio y una silla que puse para cortar su oscilar, batía sin cesar, y el postigo de mi ventana golpeaba también sin cesar sometido al viento. Sesenta, sesenta horas, la hoja de la puerta y el postigo cediendo minuto a minuto a su distinta presión, y yo al pasar, sentado o culumpiándome en la silla de hamaca.
Parece entonces que yo me dije: ésto es la eternidad. Parece que fue por esto que veía yo, por esa formulación de hastío, de no sentido de las cosas, de no finalidad, de todo es lo mismo, dolor, placer, crueldad, que hubo nacido el pensamiento de hacerme torturador de una plantita.
Clon.
Parece entonces que yo me dije: ésto es la eternidad. Parece que fue por esto que veía yo, por esa formulación de hastío, de no sentido de las cosas, de no finalidad, de todo es lo mismo, dolor, placer, crueldad, que hubo nacido el pensamiento de hacerme torturador de una plantita.
Clon.
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