Qué bien la noche, tan agradable de ser. Sin molestias ni complejidades de turno, hasta con algo de esperanzador prendido en las azoteas... Un jazz perplejo de enlaces dútciles y tabaco regular. El humo camuflando la información de la pantalla refulgente. Vidrieras exclusivas ofreciendo café negro y lunas de septiembre. Acobijarse en la oscuridad sabiendo que mañana hay que volver a despertar.
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