Llego a casa, no lo suficientemente ebrio, le doy a la cerradura de una. Determinado hacia la heladera a buscar agua, después a encender la máquina, a escribirle un mail, a aprovechar mi patética desinibición. Estas cosas no me satisfacen, no completan mi día de forma perfecta: el círculo no cierra. Saqueo el atado de cigarrillos de mi viejo, observo atontado mi rostro en el espejo: más de lo mismo. Hay un sol, está por aparecer, pero no me alegra.
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