El teléfono no para de sonar y es el teléfono, pero también los colectivos, las alarmas, las bocinas y los autos tuneados. Es la alienación estúpida y sin real propósito lo que ya duramente puedo soportar. En los buenos días trato de sublimizarlo e interpretarlo como energía, impulso contagioso o emprendimiento. Pero en los malos, nada más simbólico que la fantasía de arrojar desde el balcón granadas de mano hacia los histéricos taxis cromados.
Me doy cuenta ahora que la serie acerca del comando anti-zombies que escribí hace unos años era tan sólo una forma de exteriorizar todo esto. Claro, zombies...
Me doy cuenta ahora que la serie acerca del comando anti-zombies que escribí hace unos años era tan sólo una forma de exteriorizar todo esto. Claro, zombies...
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