marzo 16, 2006



Cuando tuve once años, el mundo entero se cerró hacia mí, simplemente sentía que yo estaba fuera de pronto, pero todo se abrió e incluso las chicas me prestaban un poquito de atención y yo recorría el largo camino a la escuela de dos millas y media de ida y otras dos y media de vuelta, pero para mi era un absoluto placer... Los compañeros tocaban la bocina con su claxon, y los trabajadores que conducían me saludaban y yo les devolvía el saludo. La familia solía preocuparse porque yo acostumbraba a reírme en voz alta y alegremente, supongo que pensaban que estaba histérica. Pero la verdad era que yo era verdaderamente libre... le preguntaba a los chicos ¿puedo montar en tu bici?, y montada en ella me alejaba rápidamente, riendo al viento, riendo y todos se retiraban hasta que yo regresaba, pero amaba aquel viento, acariciaba mi rostro, era como una especie de doble filo y lo sentía por todo mi cuerpo.