septiembre 01, 2004

Espero que la retina derrame por completo su jugo viscoso. Mientras, voy dando vueltas, vueltas en esta silla de oficina giratoria, tan cómodo, irreal, nauseabundo. Abandono la compañía de mis hijos, la soledad de mi mujer, las rabias de jefes y subjefes y gerentes alternativos y compañeros recelosos y compongo una tormenta senil cargada de migas. Espero que la retina derrame por completo su jugo viscoso para poder contemplar de mejor manera el caos fríamente organizado por mi animal garrapiñero.
Entonces, alguien dice "esto es bueno" y comenzamos a parir. El de la derecha es negro y liso, el de la izquierda amarillo orín, afiebrado (probablemente contagioso). El mío se parece a todos, pero trae una especie de guiño, un gesto a priori que lo obliga a uno a observarlo dos veces. Entonces se pierde el interés y se pasa a otra cosa, porque detrás del muro hay más amarillos de los buenos...