...y vengo del baño, común a todas las oficinas del edificio, y cuando me dispongo a mear veo en uno de los dos inodoros a un tipito con sus jeans arremangados en los pies intantando hacer caca. Puedo verlo por la puerta, que no cierra del todo, y el tipo sabe que yo entré, sabe que la puerta no cierra del todo. No hay caso: el tipo ya está en mitad del proceso de cagar y no puede volver atrás; le da vergüenza seguir haciendo fuerza ya que está la gran posibilidad de que un sonido espantoso llegue a mis oídos y lo delate (que delate qué, si ya lo ví: sé muy bien lo que está haciendo. hijo de mil putas). Yo quiero mear (me estoy meando encima) pero me es imposible quitar esa imagen de mi cabeza, la del tipito detrás mío que trata de discimular de inexistente manera que, efectivamente, está cagando. No puedo pensar en otra cosa. No me deja mear. No puede cagar. Ya fue, aguanto y vuelvo más tarde. Voy a mear con olor a mierda.
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