marzo 18, 2003

Desde el ventanal de la oficina observo a un hombre con peluca. No está cerca y la perspectiva no es la ideal, pero una curiosidad anormal me alienta dándome ánimos, y así doy un par de pasos hacia la izquierda, corro las persianas y saco la cabeza para espiar de mejor manera. El hombre con peluca está sentado frente a la computadora sin mirar la pantalla, haciendo gestos de retrasado mental. Las paredes internas están pintadas de gris. Desde aquí no puedo asegurar que halla otra persona en su piso, ni que esté imaginando a otros posibles receptores con pelucas. Se me ocurre de pronto gritarle algo, gritarle “he, vó, so puto!”, pero estoy en una oficina rodeado de gente que aparenta buena educación o al menos modales conservadores. Entonces me doy -como dice kiko- y bajando las persianas, me doy por vez segunda aunque en este caso con una de las persianas en la nuca y puteo mal: mal puteo. Y ya fue, abro la persiana de nuevo…