marzo 17, 2003

Un androide no duda, no tiene problemas de hesitación. La determinación plena, el espíritu vacío o programado por un ser superior, el corazón de mameluco. No necesita alimentarse, no siente placer en la siesta, no opera por celos ni víctima del resentimiento. Un androide podría volar perfectamente y podría hasta hacer el amor, sin disfrutarlo. Podría mantenerse en pié días enteros o insultar espléndidamente. Podría preparar el desayuno, tener una charla sobre arte neobarroco pero no se acaloraría ni aceptaría de mala gana una derrota.
Un androide sería yo de ser calvo. Luego, desde el comienzo todo fue un error.