Tocan la puerta de la oficina. Trato de ver por la rendija y nada: la ventana del otro lado. La curiosidad insiste y abro y veo entrar a un coche a control remoto. Va directo hacia la heladera a servirse un trago de Gatorade, supongo que necesita combustible. Mi cara de atónito gesto. Con pasmosa desenvoltura sube a una silla y comienza a chequear sus mails. "Cualquiera, ¿de qué te la dás?" le digo, mirándolo fijo. El autito hace una reversa, encara para mi lado y enciende los focos desafiante. Y ahora es peor, y ahora qué hago, la puta madre pienso. "Bueno, dale, pero apurate que tengo que usar la máquina" le digo. Y enciendo un pucho nervioso y trato de no volver a faltarle el respeto.
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